VERO ARTICULOS


Verónika Mendoza: “Lo que necesitamos es una suerte de revolución ciudadana”[1]

Diario La República
15 de Marzo de 2015




Yo creo que sí hace falta una fuerza política amplia que articule no solamente partidos políticos, sino también organizaciones sociales y colectivos, que se sitúe claramente a la izquierda y defienda las banderas de la justicia social, de la igualdad de oportunidades, defienda los servicios públicos y reivindique la diversidad como potencial de este país


 La cusqueña Verónika Mendoza es, probablemente, la parlamentaria de oposición que más cerca ha estado -política y hasta amicalmente hablando- de la pareja presidencial. La antropóloga los conoció en París, donde ella estudiaba y Ollanta Humala era agregado militar. Ahí nació una amistad con coincidencias políticas que terminó después de más de siete años, en junio del 2012, cuando decepcionada por el rumbo adoptado por el gobierno, Mendoza renunció a Gana Perú. Ella, que salió a la calle a recoger firmas para el entonces Partido Nacionalista y durmió en las oficinas de la agrupación en épocas electorales para apoyar a la causa. Hace un par de años hay un movimiento ciudadano que está más pendiente de lo que hacen nuestros gobernantes y que se moviliza cuando algo anda mal. ¿Esto es síntoma de que algo bueno o algo malo está pasando en nuestro país?

Claro... es, por un lado, un signo de que hay un modelo de desarrollo que está llegando a sus límites, porque a pesar de que nos han dicho durante más de una década que estábamos creciendo, que todo iba mejorando, ha resultado evidente que ese crecimiento económico no ha ido necesariamente de la mano con un verdadero desarrollo ni con la afirmación de derechos ciudadanos -como el derecho al ambiente, los derechos laborales, el derecho a amar libremente más allá de la orientación sexual-, y claro, en contrapartida esto plantea la necesidad de una expresión ciudadana y política que revierta esta situación.

Así es. Esta dualidad implica una consciencia mayor sobre la necesidad de participar en la toma de decisiones en el país. El problema es que parece que siempre habrá oportunidad de indignarnos más, de fastidiarnos más, de frustrarnos más. Vivimos en permanente crisis. 

Sí pues, el problema creo es que también nos hemos creído un poco el cuento de que la democracia se aplica cada cinco años. Comentábamos hace un rato todo ese proceso de despolitización que hubo durante la dictadura fujimorista y creo que recién estamos volviendo a despertar. Si bien es cierto que en teoría recuperamos la democracia a partir del 2000, eso fue en el ámbito institucional estatal, pero recién parece que estuviéramos en el proceso de recuperación de la democracia desde el ámbito ciudadano y social. Pero creo que estamos comenzando a pasar de la protesta a la propuesta. El gran reto es cómo todo esto se articula y, en teoría, ese es el rol de la política. Pero no lo está cumpliendo. Ningún partido ha estado a la altura...

¿Necesitamos replantearnos el  concepto de ciudadanía?

Sí, creo que todos tenemos que repensar nuestras estructuras. Los partidos políticos ya no pueden ser cúpulas de caudillos o agrupamientos de iluminados que se reúnen entre cuatro paredes para decidir qué es bueno o malo para el país, que es más o menos como han funcionado, cuando no han sido franquicias electorales que compran un logotipo para determinada candidatura. Lo político y lo social no pueden seguir divorciados. Por ejemplo, los planes de gobierno debieran construirse participativamente, en las regiones, recogiendo las demandas y expectativas de los ciudadanos de distintos sectores como los jóvenes o las organizaciones de mujeres que tienen tantísima potencia pero que, de alguna manera, ya se han resignado a una democracia en la que votan cada cinco años por un candidato que siempre termina defraudándolos, porque esa es la historia que se repite una y otra vez.

¿Eso no es porque elegimos mal? No es que tenemos los gobernantes que merecemos.

Creo que en realidad es parte de un círculo vicioso y una suma de elementos que al juntarse se potencian negativamente. Me hace pensar, por ejemplo, en las reformas que estamos viendo ahora en el Congreso. No estamos logrando ver, me parece, esta problemática en su integralidad y estamos aprobando pequeños parches que parecen positivos: el tema de la curul vacía, el voto golondrino, el tema de la no reelección, con el que yo particularmente discrepé.

¿Qué es lo que no se está viendo?

Puedes eliminar el voto preferencial, puedes financiar a los partidos políticos, pero si no hay democracia interna, no te va a servir absolutamente de nada. Si los ciudadanos no participan más activamente de los partidos, no te va a servir absolutamente de nada. Si no hay una adecuada fiscalización de parte de los órganos competentes, el financiamiento que se les de va a terminar generando quizá mayor corrupción. Más allá de todas las leyes que podamos implementar, yo creo que lo que realmente hace falta es una suerte de revolución ciudadana. Una reforma política de la envergadura que necesitamos, sólo podría provenir de un proceso constituyente, de una Asamblea Constituyente...

¿Una Asamblea Constituyente pedida con la firma de los ciudadanos?

Por los ciudadanos, claro que sí. Ahora, eso es todo un proceso y pasa por una suma de voluntades de organizaciones políticas, sociales, colectivos juveniles... Sé que en este momento no hay condiciones, pero creo que es perfectamente posible y  hay que empezar a hacerlo. De hecho, parte de los jóvenes 'pulpines' comenzaron a incluir esto en sus demandas, entendiendo que el problema no era sólo la Ley General del Trabajo, sino toda una lógica que pone por delante el crecimiento económico en perjuicio de los derechos ciudadanos.

¿Y esta Asamblea debería terminar en la modificación de la Constitución?

Claro, la modificación de la Constitución es el resultado, pero lo rico y lo potente es el proceso de debate ciudadano. ¿Que hace falta cambiar la Constitución? Definitivamente, en muchísimos aspectos: afirmar el principio laico del Estado, si bien está mencionado, no está del todo claro, porque se le sigue asignando un rol preponderante a la Iglesia Católica; no se reconoce a los pueblos indígenas su derecho al territorio integral, se limita el Estado a un rol subsidiario, dejando de lado la garantía de los servicios públicos como salud, educación, el tema energético... En fin, yo creo que sí ameritaría, creo que ya es tiempo de una nueva Constitución.

Pero esta revolución ciudadana sería, además, la expresión del fin de un modelo político...

También.

Si olvidaras que eres congresista, como ciudadana, ¿cuánta credibilidad le das a nuestras autoridades?

No, definitivamente la mayor parte de los políticos que hoy ocupan cargos públicos, están de espaldas a las demandas y espectativas ciudadanas. Yo recuerdo mucho cuando se dio el proceso de 'la repartija', algunos congresistas decían: “por qué tenemos que hacerle caso a estos chicos que se movilizan”. Creían que ellos concentraban el poder absoluto. La clase política está de espaldas a los intereses ciudadanos y, es más, en mucho de los aspectos ha claudicado totalmente para cederle las decisiones a una tecnocracia que se ha ido trasladando de gobierno a gobierno sin un real entendimiento de lo que necesita el país.

¿Y eso te hace cuestionarte el haber entrado a hacer política? 

No, al revés, me afirma en la necesidad de hacer política, pero resignificándola completamente. No puede ser materia solamente de unos cuantos caudillos ni de unos cuantos iluminados, por muy profesionales que sean. Tiene que haber mecanismos en los cuales la ciudadanía se incorpore plenamente. Es tiempo de entender que la política es la lucha cotidiana por la afirmación de los derechos, por el bien común, por defender los espacios públicos, los lazos de solidaridad, eso también es política.

Uno de esos temas en los que las autoridades actuaron de espaldas a las expectativas de la población fue el de la Unión Civil. Carlos Bruce dice que este es el gobierno más homofóbico de la historia. ¿Es sólo el gobierno o qué es lo que pasa?

Creo que no se trata sólo del gobierno. Lo cierto es que, lamentablemente, todavía hay una amplia resistencia ciudadana, aún cuando todo el debate sobre la Unión Civil ha logrado que se avance muchísimo en hacer retroceder los prejuicios, los temores, la homofobia. Justamente, le comentaba a Carlos que a raíz de todo este proceso se ha constituido un colectivo LGTBI en Cusco, cosa que años atrás era impensable porque se trata de una sociedad tremendamenrte conservadora. Creo que también han cumplido un rol en entrampar este proceso de emancipación algunas iglesias muy ancladas en la tradición y, por supuesto, el gobierno también tiene su cuota de responsabilidad. Pero este no es el único tema en el que no ha querido asumir ningún reto y ha continuado con el piloto automático.

Y no cumplió con una promesa de campaña.

Bueno, son muchas las expectativas que teníamos respecto del Partido Nacionalista y el presidente Humala. Ese es sólo un ejemplo más en el que el presidente Huamala, no se compra el pleito, no se atreve a luchar. Se resigna a continuar con la tradición, tanto en lo económico como en los social y en lo cultural. Sí, esperábamos muchísimo más, y sí hubieran podido desde donde están, tanto el presidente de la República como la primera dama, empujar muchísimo más este debate. Cuando se trata de una autoridad, este tipo de temas no tiene que ver con sus creencias particulares, con sus prejuicios personales, sino con temas de derechos humanos, con la libertad humana.

Hay una deuda pendiente con esta comunidad.

Por supuesto, por eso yo planteé en el momento del debate que a estas alturas de la historia, lo que correspondía no sólo era aprobar la Unión Civil, sino pedirle perdón a toda esta comunidad por toda la serie de vulneración de derechos que han tenido que vivir sin que el Estado moviera un dedo para revertir esa situación: acoso, violencia, asesinato por el simple hecho de tener una orientación sexual distinta... Recuerda que en el 2012 este Parlamento no quiso aprobar siquiera una legislación sobre crímenes de odio, que incluyera  como parte de las causales la discriminación por orientación sexual. Este Parlamento no estuvo a la altura de una demanda totalmente legítima.

Me dijiste hace un rato que los ciudadanos siempre terminamos decepcionados de nuestros gobernantes. Usted terminó decepcionada muy rápidamente de la persona a la que ayudó a llegar al poder.

Por supuesto. Para mí y para muchos de los ciudadanos que confiaron en Gana Perú y en Ollanta Humala, significó una gran decepción que no estuviera dispuesto a comprarse nigún pleito de los que anunció que se iba a comprar. Pero también soy consciente y creo que es importante asumirlo así, que no se trata solo de la traición  de una persona, sino que en todo caso, a varios nos alcanza un cierto nivel de responsabilidad.

¿Cómo así?

Creo que lo que ocurrió se dio también porque el Partido Nacionalista era demasiado joven, demasiado incipiente, insuficientemente sólido, insuficientemente democrático, y se le delegó toda la responsabilidad al caudillo. Quizá las cosas hubieran sido diferentes si hubiéramos tenido un partido político o una coalición de partidos lo suficientemente articulada, democrática, enraizada en las demandas ciudadanas, de modo que se le exigiera al presidente que por lo menos intente promover algunas reformas. Para mí, esa es la gran lección: ninguna transformación va a venir de la mano de un líder carismático. Ahora que nos acercamos al proceso electoral, escucho que todo el mundo está esperando a ver de dónde sale el outsider...

Cada cinco años, en realidad, esperamos la llegada de un salvador.

Claro, y probablemente pueda aparecer una persona carismática, que enganche con la ciudadanía, apoyada en un buen márketing político, que incluso tenga la posibilidad de representar al sector progresista, pero eso no es ninguna garantía. Por eso para mí la importancia del proceso, de construir organización política articulada con democracia participativa. Si no, vamos a repetir la misma historia.

Has hecho una suerte de mea culpa. Pero ¿qué responsabilidad tiene Ollanta HUmala, entonces?

No confío en la organización que él mismo estaba construyendo, no confió en el pueblo que lo eligió, le dio la espalda y se dejó rápidamente convencer por la tecnocracia que viene paseándose a lo largo de los años por todos y cada uno de los gobiernos, y que va a continuar si no hacemos nada por garantizar un verdadero proceso transformador, una revolución ciudadana para no seguir repitiendo la historia. Porque el transfuguismo presidencial no es exclusividad de Ollanta Humala. ¿Alan García no ofreció renegociar el TLC en defensa de los intereses y la soberanía nacional? ¿No ofreció eliminar las services? Entonces, esto va a seguir ocurriendo mientras concibamos a la política como algo que le compete exclusivamente a la actual clase política. Los ciudadanos tenemos que involucrarnos muchísimo más.

Ahora no tienes partido, ¿cómo te vas a involucrar tú con miras a las elecciones del 2016?

Estamos trabajando varias personas, varios colectivos, en un proceso de articulación que busca ser lo suficientemente amplio y claro a la vez. Amplio en el sentido de no solamente incorporar partidos políticos de izquierda, sino organizaciones, colectivos juveniles, organizaciones indígenas. Estamos en un momento en que la historia nos exige un proceso de unidad que no sea una suma de etiquetas, una suma de caudillos, sino una unidad que abra un proceso democratizador.

Hay dos grupos de izquierda en este momento. Por un lado, el Frente Amplio y, por el otro, una unidad que incluye a al Partido Humanista de Yehude Simon. ¿Con cuál estás trabajando? 

Mira, más allá de las personas y la etiquetas, lo que me interesa y preocupa es el proceso. De un lado y de otro se habla de someter la definición de candidaturas a elecciones internas, de un lado y de otro se habla de mayor participación, de un lado y de otro se habla de una nueva ética en la política, pero una cosa es lo que se dice y otra lo que ocurre en la práctica. Por el momento estamos en un esfuerzo con pequeños colectivos escencialmente juveniles de construir una organización propia y estamos articulándonos al Frente Amplio con el objetivo de lograr que sea realmente amplio y participativo.

Si hay dos esfuerzos paralelos, una vez más no podremos hablar de una izquierda unida.

Creo que hay quienes tienen que clarificar un poco sus posiciones, ¿no? Porque hay quienes nos afirmamos claramente a la izquierda y hay quienes están hablando de la necesidad de un frente de centro que incluiría a Toledo, a Yehude Simon, que no me queda muy claro si son de izquierda.

A ti no te parece que un frente de izquierda deba ir con ellos. 

Toledo ha continuado con el modelo neoliberal de Alan García, PPK ha sido su ministro. Yehude ha sido ministro de García y fue aliado de PPK. Entonces, ahí yo no veo por lo menos claridad en su identidad y necesitamos un mínimo de coherencia, porque una cosa es decir "yo soy de izquireda" y otra, estar realmente dispuesto a luchar por un gobierno de izquierda.

¿Y piensas que en este momento,  "sólo la izquierda salvará el Perú"?

Es que decirlo así, tan crudo, con toda la carga de estigmas y prejuicios sobre lo que es la izquierda, es un poco difícil. Yo creo que sí hace falta una fuerza política amplia que articule no solamente partidos políticos, sino también organizaciones sociales y colectivos, que se sitúe claramente a la izquierda y defienda las banderas de la justicia social, de la igualdad de oportunidades, defienda los servicios públicos y reivindique la diversidad como potencial de este país. Hace falta y ahorita, no la hay. Entonces, más allá de las etiquetas, es importante ver los contenidos. Hay gente que se llama de izquierda, de centro o de centro izquierda, y que probablemente terminaría implementando un programa de derecha. Entonces, creo que la coherencia va a tener que marcar claramente este tipo de definiciones.

¿Aceptarías el reto de ir en una plancha presidencial?

Mira, no creo que ese sea mi rol en este momento. Yo sí estoy dispuesta a jugarme todo en este proceso, entendiendo que no es solamente un proceso electoral sino también tiene que ser un proceso de construcción de una nueva alternativa con todo lo que ello implica. Creo que el rol que asuma cada uno tiene que definirse colectivamente. En este momento no sé dónde me tocará estar, pero donde me toque estaré dispuesta a darlo todo.


[1] Fuente: Diario La República 15 de Marzo de 2015

                                                                            
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Mujeres: el doble de trabajo y la mitad de derechos[1]


Tenemos aún muchas batallas por librar para conseguir el reconocimiento y respeto pleno de nuestros derechos

Por Verónika Méndoza

"Pero son las mujeres las que no quieren participar", "si quieren participar depende de ellas", "se visten de manera provocativa y luego se quejan de que son acosadas", "si reclaman igualdad, demuestren que son iguales en lugar de pedir una cuota de género", "hay mujeres autoridades que han tenido malas gestiones...", etc. Son algunas de las reacciones que suele suscitar el planteamiento de normas o políticas públicas que garanticen los derechos políticos de las mujeres, tradicionalmente recluidas al ámbito del hogar y excluidas del poder y la política, espacios reservados para los cuellos encorbatados. En buena cuenta, se nos dice que si las mujeres no avanzamos más es porque nos da flojera, y que dejemos de quejarnos y victimizarnos, y que nos preparemos (esto último está muy bien, solo que no siempre se tiene el mismo nivel de exigencia con ellos).
Este discurso, recogido a veces incluso por ellas mismas, desconoce la estructural marginación y violencia de las cuales han sido -y son aún- víctimas las mujeres. Pues sí, por ejemplo, así como nuestro país ha venido liderando el crecimiento económico en América Latina, así también encabezamos el ranking de los países latinoamericanos con más denuncias por violación sexual, ¡nada de qué enorgullecernos! Peor aún, en 8 de cada 10 violaciones la víctima es menor de edad. 40% de las mujeres peruanas ha sido o es víctima de violencia física o sexual por parte de sus parejas. 120, es el número de feminicidios que ocurrieron el año pasado, es decir, 120 mujeres fueron asesinadas por sus parejas porque no se subordinaron enteramente a sus intereses y pasiones. ¿"Victimización", decía Usted?
Pero eso no es todo, veamos lo que pasa en el ámbito laboral: En el 2012, el 25% de la PEA masculina ganaba por encima de los S/. 1500; solo el 11% de la PEA femenina llegaba a este monto. "Es que deben esforzarse un poquito más", dirá usted. Pues resulta que por mucho que nos esforcemos, nuestro esfuerzo no es reconocido: a igual formación, igual responsabilidad e igual carga laboral, ganamos en promedio 30% menos que los hombres. ¿"Ya hay igualdad", decía usted? Un dato más: según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo las mujeres trabajan a la semana entre 23 y 27 horas más que los hombres en tareas no remuneradas, en preparación de alimentos, cuidado de personas dependientes, etc. "Capacítense", nos dicen. Sí pues, pero, ¿a qué hora? Resulta más difícil aún para las miles de madres solteras que asumen solas el cuidado de sus hijos y encima tienen que peregrinar en el Poder Judicial para asegurar una pensión de alimentos. 
Podríamos completar el cuadro hablando de la violencia simbólica, esa que, en los medios de comunicación, por ejemplo, sigue cosificando a la mujer y reforzando estereotipos machistas y sexistas; podríamos hablar de políticas de salud sexual y reproductiva inexistentes o, cuando las hay, arbitrarias y nefastas como las esterilizaciones forzadas perpetradas en el Gobierno Fujimorista a miles de mujeres principalmente campesinas...
En fin, los datos concretos, las cifras, abundan y evidencian que las mujeres tenemos aún muchas batallas por librar para conseguir el reconocimiento y respeto pleno de nuestros derechos, desde nuestra integridad física, psicológica y sexual, la libre determinación de nuestras vidas y nuestros cuerpos, hasta nuestros derechos laborales y políticos. Son aún demasiadas las dificultades que tenemos que superar para poder acceder a los espacios de decisión. Es cierto que hemos avanzado significativamente en los últimos años; en 1995 accedimos al derecho de votar y ser elegidas, en 1997 tuvimos una ley de cuotas de 25% que en el 2000 se amplió a 30% y permitió que se duplique la cantidad de mujeres electas al Congreso de la República. Sin embargo, estamos aún sub representadas. 
A pesar de que las mujeres constituimos algo más del 50% de la población nacional, solamente tenemos 21% de mujeres en el Congreso de la República (lejos del 38% de la Asamblea Nacional de Ecuador, por ejemplo). Peor aún, en las alcaldías distritales y provinciales a penas alcanzamos el 5%. Una de las trabas que superar para revertir esta situación es que los partidos políticos siguen poniendo a las mujeres "a la cola" de las listas de candidatos, "de relleno", cumpliendo a penas -cuando la cumplen- con la cuota de género y, muchas veces, poniendo mujeres con el criterio de que deberán someterse calladas a los mandatos del caudillo que encabece la lista. Para evitar tales situaciones se ha propuesto en reiteradas oportunidades una Ley de Alternancia para que se intercalen mujeres y hombres en las listas; la última vez que se discutió fue en la Comisión de Constitución donde fue archivada. La Comisión de la mujer aún no la aborda siquiera. ¡Y pensar que en varios países latinoamericanos como Ecuador y Bolivia sí se aplica la alternancia inclusive de manera paritaria!
Pero las mujeres no solamente tienen que luchar para acceder a los cargos públicos, sino también para permanecer en ellos, pues son, en no pocos casos, víctimas de acoso político, es decir, actos de hostigamiento sicológico, físico y hasta sexual, con claro sesgo machista, que buscan recortar el ejercicio de sus funciones. Por lo general, los acosadores son también autoridades: regidores, consejeros o los propios alcaldes. 
Lamentablemente, no se trata de casos aislados, la Red Nacional de Mujeres Autoridades (RENAMA), por ejemplo, ha venido recogiendo innumerables denuncias. En un estudio* realizado el 2012 en el que se entrevistó a 187 mujeres autoridades de Lima y Cusco, 73 habían sido víctimas de acoso político, cerca del 40%. En la gran mayoría de los casos con maltrato sicológico, pero también con control económico, difamación de índole sexual y hasta hostigamiento sexual. Se han dado casos, algunos de los cuales he podido conocer directamente, en los que las regidoras mujeres han sido enviadas a preparar el refrigerio o a cocinar durante la Sesión de Concejo (sí, en pleno siglo XXI), casos en los que se obliga a una regidora a firmar el acta de Sesión de Concejo sin que pueda revisarla, un caso en el que un regidor calificó a su colega regidora en plena Sesión como "mi hembrita", o el caso de una regidora apurimeña que recibió insultos y golpes del alcalde, ella lo denunció ante la Comisaría, él pidió disculpas públicas en una Sesión de Concejo pero volvió a amenazarla en una Sesión posterior: "(...) yo, como hombre, voy a caer bien parado y, tú, como mujer, vas a salir perdiendo".
Situaciones como éstas han motivado a la RENAMA a impulsar un proyecto de ley para prevenir y sancionar el acoso político, proyecto de ley que hemos presentado y que hoy está en manos de las Comisiones de Constitución y de la Mujer y que esperamos pueda ser pronto debatido y aprobado y podamos contar con una norma que ya existe, por ejemplo, en Bolivia o México.
Sin embargo, que no contemos aún con una Ley de Alternancia o una Ley contra el Acoso Político a mujeres autoridades, no impide que los partidos políticos asuman el compromiso de garantizar plenamente los derechos políticos de las mujeres. De hecho, el proceso electoral de este año será una ocasión para que demuestren, más allá del discurso, cuán democráticos son. Estaremos atentos.
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[1] Fuente:https://veronikamendoza.lamula.pe/2014/06/10/mujeres-el-doble-de-trabajo-y-la-mitad-de-derechos/veronikamendoza/  Estudio realizado por Calandria, Diakonía y Flora Tristán en el 2012. Publicado: 2014-06-10 Este articulo fue publicado originalmente en el número 239 de la Revista Ideele.


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