EL DRAMA PERUANO: CALCOS, COPIAS…Y FALSIFICACIONES
Como está claro, el neoliberalismo
político-económico no solo se encargó de sepultar las bases intelectuales de un
Perú del primer cuarto del siglo XX, contestatario y vehementemente creativo,
también se sepultaron las bases del clamor por la implantación de la decencia y
genuinidad política.
Por José Toledo Alcalde
En los últimos meses el Perú ha
sufrido una de las más ignominiosas síntesis de la descomposición institucional
de un mercantilizado Estado putrefacto -no laico- convertido en una real cueva
de sinvergüenzas. Territorio de piratas que siguen creyendo que el Perú fue
perpetuado como el salvaje paraíso del saqueo y la impunidad sacralizada por un
dios cómplice del arrebato patológico de una jauría de voraces cleptómanos.
Esto es historia conocida, una escalofriante pagina de autoengaños y falsas
imágenes de una nación que no existe. En palabras de César Hildebrandt: “Nos
creemos un país especial, tocado por la fortuna, privilegiado por el poder de
nuestra gente, por la diversidad de nuestros cutis y paisajes. Lo que no somos
es una nación y eso es lo que no nos atrevemos a reconocer. Lo que no somos es
un proyecto superior y eso es lo que los políticos nunca dirán por que su
proyecto es el autoengaño”. [1]
¿Qué se puede esperar de una seudo
democracia que blinda calcos, copias y falsificaciones con dogmática y férrea
defensa de un “orden constitucional” vergonzoso y pisoteado por un grupo
inescrupuloso de lobistas, mercaderes de la voluntad de un pueblo maltratado
por su propia desorientación y letargia política? ¿Que se puede esperar de un sacrosanto
concordato dirigido por el controversial Cardenal Juan Luis Cipriani, acusado
por plagiar -entiéndase apropiación ilícita de ideas-, importantes fragmentos
del libro “Communio” de Joseph Raztinger ex Sumo Pontífice Benedicto XVI? [2] Cipriani incurrió en un
eficiente acto de auto-absolución señalando: “Toda mi labor pastoral, también
este artículo periodístico, tiene como base y sustento las enseñanzas del mismo
Cristo, de los Papas y de la Doctrina social de la Iglesia (...) Este
patrimonio común de nuestra fe no tiene, por decirlo así, una propiedad
intelectual…Lamento que la brevedad del espacio me llevó a omitir las
fuentes y reconozco este error”[3] Y, esta no fue la primera
vez, reincidió en el error.[4]
¿Qué se puede esperar en el paraíso
eterno del latrocinio y el crimen impunemente organizado, cuando un presidente
nacido en Japón quien falsificó su partida de nacimiento haciéndose pasar como
nacido en el Perú, se auto organizó un autogolpe de Estado para legitimar –constitucionalmente-
el ingreso del sistema económico responsable de la perpetuación de políticas de
robo y repartición de bienes de este sangrante paraíso de ilusiones y
autoengaños?
En este contexto de “aventureros de
la política”, profesionales de la retorica de la mentira y especialistas del pillaje
y la substracción legitimados, el Perú sufre la acción desvergonzada de una
desequilibrada pareja presidencial acompañada de un entorno inescrupulosamente
cómplice, fieles seguidores de la maestría criminal de los mandatarios
anteriores y la mano “oscura” del lobby de asesores provenientes del intocable
Washington y de las megas corporaciones financieras. ¿Qué podemos seguir
esperando en un paraíso del despojo y el crimen impunemente organizados, donde
el mandatario “democráticamente elegido” no es –al final de cuentas– quien
“manda”, sino aquél poder oculto detrás del trono? ¿Qué podemos esperar en el
paraíso de la rapiña y el delito impunemente organizados, si el mandatario y la
primera dama traicionaron la razón, por la cual habían sido elegidos –devolver
la decencia soberana al Perú–, accediendo al secuestro de Washington y las
corporaciones financieras y comerciales?
Como parte de una agredida
generación de los ’80, maltratada por el terror financiero de políticas
foráneas y erradas estrategias de resistencia, no espero nada de aquellos representantes
del sistema de la falsificación y el fraude impune. Sin embargo, considero que
el optimismo debe rebasar atroces errores y desquiciados kamisaques de la
política. Coincido en mucho con el periodista César Hildebrant, pero considero
no apropiado su descargo pesimista, cuando coloca en la misma “canasta de
hierbas” a la candidata a la presidencia Verónika Méndoza de la coalición de
partidos políticos y movimientos sociales Frente Amplio. Hildebrandt sostiene: “De
Verónika – y otras hierbas – no es preciso decir mucho. Sólo que no tiene
ninguna posibilidad de ganar. Felizmente”.[5] Como uno de los poquísimos
representantes de la decencia periodística Hildebrandt, en mi opinión, es el
abanderado, pero como agorero de la voluntad del pueblo –de la cual me siento
parte, aun encontrándome fuera de mi tierra-, creo que es una aventura
adivinatoria que podría alinearse con las más cuestionadas agencias
encuestadoras, como parasitarias representantes del statu quo, y él lo sabe
perfectamente.
Lo que muchas personas esperamos es
que este paraíso del saqueo y crimen impunemente organizado sea transformado
desde sus raíces, reconstruyéndose desde sus propios recursos y masacradas identidades.
Basta caminar los cerros de la periferia limeña, de los conos y poblados del
interior del Perú, para darnos cuenta de la inhumana insensibilidad y populismo
político de esta podrida república satélite del poder y el atraco institucionalizado.
A las pruebas nos remitimos.
Esperamos que en las siguientes
elecciones no sean puestas en la tarima de las discusiones, de que lo joven es
“inútil” y lo viejo es “sabio”. Cuando una periodista le observó a Verónika
Méndoza sobre la decepcionante gestión del otrora joven Alan García Pérez, ella
respondió que, no es cuestión de juventud sino de responsabilidad; y es eso lo
que no solo esperamos, sino que, queremos construir colectivamente, una
generación, no de jóvenes o viejos responsables, sino una generación decente,
que ni copie, ni falsifique modelos políticos-económicos. Todo lo contario: que
sea capaz de desbordarse de autenticidad y humano compromiso, codo a codo con
los sectores excluidos, en este paraíso del saqueo y el crimen impunemente
organizados.
Apostamos por la decencia, por eso creemos
en la honestidad de personas como Verónika Mendoza y la fuerza ético-moral que
la respalda.[6]
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