domingo, 15 de noviembre de 2015



Voy a estar fuerte para las elecciones
Por Gabriela Wiener[1]

Cada vez que sale el tema de los políticos corruptos o de los dictadores o de los autores de crímenes de lesa humanidad como política de Estado me lleno la boca contando que en mi país tenemos a un presidente de estos, uno que reunió todas las perversidades anteriores, bien metido en la cárcel. No es poca cosa. No hay muchos países que puedan jactarse de ello. Cuando pienso en lo precaria que a veces parece nuestra institucionalidad, recuerdo que el chino está preso, que Montesinos está preso, que estamos siendo capaces como sociedad de hacerles pagar por sus atropellos y puedo respirar con algo de esperanza en el ser humano/peruano. 

Pero hay días –pocos, pero los hay– en que a los periodistas les dejan hacer su trabajo –o los periódicos efectúan un nuevo giro acomodaticio– y aparece un titular como el de ayer del diario El Comercio y entonces volvemos a nuestro estado anímico natural, el de la sospecha, incluso al de la alarma y, si me apuran, al de la más pura ofensiva. Porque la revelación de que Alberto Fujimori recibió en la Diroes durante el último año a más de 650 personas –entre dueños de mineras, alcaldes en funciones, empresarios, representantes de gobiernos regionales– recuerda con ironía las estampas más costumbristas de la salita del SIN por la que desfilaban todos los poderes fácticos del Perú. Para los que siguen dándole vueltas, para los analistas que ya compraban o vendían la falacia de la “renovación fujimorista”, tenemos la confirmación, señores. 

Fin de las especulaciones: Desde su cárcel dorada, el caudillo orquesta no solo la campaña, también lo que ya presupone como su inminente tercer gobierno fujimorista. El presidiario más poderoso del país sí tiene injerencia, sí tiene participación y sí tiene actividad en el partido de su hija.  Parafraseando al jefe de campaña de Keiko, que no es otro que su papá, yo sí que voy a estar fuerte para las próximas elecciones. Pero para cerrarle el paso a la mafia familiar. ¿Y tú?

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