¿De dónde podría emanar esa voluntad política si a nadie conmueve, a nadie
indigna que mueran esos niños, quizás porque suelen estar "lejos",
suelen ser campesinos, suelen hablar quechua o aymara? ¿Hasta dónde hemos
llegado que podemos permanecer insensibles ante tan injusta y dura realidad?
¿Será que somos nosotros los que estamos muriendo de frío en nuestros
corazones? ¿Será que estamos tan ocupados por nuestras carreras por el éxito,
entretenidos por los escandaletes políticos, preocupados por la farándula, que
ya no somos capaces de mirar alrededor y preguntarnos por el otro? ¿Cómo hacer
para recuperar nuestra capacidad de indignarnos frente a la injusticia,
conmovernos frente al dolor ajeno?
Por
Veronika Méndoza
En lo que va del año han muerto 15 niños en Puno. Ninguna
de esas muertes mereció una portada en algún diario de circulación nacional. No
supimos sus nombres ni sus historias, apenas quedarán registrados en una fría
estadística. Solo sus padres, sus hermanos los seguirán llorando en silencio.
Murieron de frío, sí, de frío, tan absurdo como eso, como cada año mueren alrededor
de 400 niños en nuestro país, en la misma temporada, en las mismas
circunstancias, como si fuera algo inexorable, silenciosamente como si fuera
algo normal.
¿Cómo es posible que la pérdida de esas valiosas vidas humanas ni siquiera nos conmueva ya como país? ¿Cómo es posible que permitamos que la historia se repita una y otra vez? Sí, esos niños mueren porque lo permitimos. Esas muertes se pueden evitar si entendemos que no se trata solo de repartir frazadas (que encima llegan tarde porque las licitaciones no se hacen a tiempo y los proveedores incumplen los plazos de entrega como ocurrió este año).
¿Cómo es posible que la pérdida de esas valiosas vidas humanas ni siquiera nos conmueva ya como país? ¿Cómo es posible que permitamos que la historia se repita una y otra vez? Sí, esos niños mueren porque lo permitimos. Esas muertes se pueden evitar si entendemos que no se trata solo de repartir frazadas (que encima llegan tarde porque las licitaciones no se hacen a tiempo y los proveedores incumplen los plazos de entrega como ocurrió este año).
Si apenas cumplimos con la acción reactiva vamos peor aun
cuando de prevención y planificación se trata, que es la única manera de acabar
verdaderamente con este drama. Existen técnicas, programas y políticas para
ello: construcción de viviendas con sistemas de captura y retención de calor
que muy bien pueden hacerse con materiales tradicionales, sistemas de
calefacción con energía solar, programas de nutrición que incorporen los
productos locales así como agua y saneamiento para disminuir la vulnerabilidad
de los niños, distribución oportuna de vacunas y medicamentos pertinentes en
postas y centros de salud, atención móvil en zonas vulnerables, etc. Se
requiere ciertamente de un presupuesto adecuado y de una eficiente gestión
intersectorial e intergubernamental que aún no tenemos, pero sin duda lo
que más falta hace es voluntad política.
Pero, ¿de dónde podría emanar esa voluntad política si a
nadie conmueve, a nadie indigna que mueran esos niños, quizás porque suelen
estar "lejos", suelen ser campesinos, suelen hablar quechua o aymara?
¿Hasta dónde hemos llegado que podemos permanecer insensibles ante tan injusta
y dura realidad? ¿Será que somos nosotros los que estamos muriendo de frío en
nuestros corazones? ¿Será que estamos tan ocupados por nuestras carreras por el
éxito, entretenidos por los escandaletes políticos, preocupados por la
farándula, que ya no somos capaces de mirar alrededor y preguntarnos por el
otro? ¿Cómo hacer para recuperar nuestra capacidad de indignarnos frente a la
injusticia, conmovernos frente al dolor ajeno?
El frío aún no acaba. Cientos de niños pequeños están en
riesgo, cientos de familias podrían perder su ganado y con ello su única fuente
de subsistencia. Se ha dicho que esta es una ola de frío excepcional pero lo
cierto es que con el cambio climático ocasionado por la voracidad de la especie
humana los fenómenos meteorológicos serán cada vez más intensos y recurrentes. Estado
y sociedad deben prepararse para afrontar estas situaciones, identificando las
zonas de alta vulnerabilidad, desarrollando estrategias preventivas integrales
frente al friaje y la helada, implementando políticas y programas de adaptación
al cambio climático y, también y sobre todo, restituyendo la vida y la dignidad
humana como centro y fin supremo, sobre todo la de los más vulnerables, los
invisibles. Que no nos siga matando la indiferencia.
[1] Fuente: https://veronikamendoza.lamula.pe/2015/08/10/morir-de-indiferencia/veronikamendoza/
Publicado en Diario 16, sábado 8 de agosto 2015.
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