sábado, 14 de noviembre de 2015


     PERU.  DEBEMOS ESTAR FUERTES[1] 

Por Gustavo Espinoza M.


Recientemente, el hasta hace poco moribundo Alberto Fujimori –el más importante reo en cárcel- dio una extensa entrevista a la prensa chilena. 

Rebosante de optimismo, y teniendo en su habitación recortes con los augurios de las encuestadores, aseguró que su hija Keiko sería elegida Presidente de la República en los Comicios del 2016. “Yo estaré fuerte para esa campaña”, dijo.

Una buena respuesta a tan insólita declaración la hizo Gabriela, la hija del desaparecido periodista Raúl Wiener, en su columna del diario “La República”. Burlándose del ex dictador, sostuvo que ella también estaría fuerte para impedir la consumación de un hecho tan aberrante.

Una invitación certera para que todos los peruanos nos sumemos a ella y expresemos nuestra voluntad de ser  fuertes  a  fin de  enfrentar  el reto  que  se  avecina, e  impedir   que se cumpla la voluntad del soñador.  

Keiko Fujimori, con la complicidad de la “prensa grande” se ha venido esforzando por asegurar, ante el creciente escepticismo ciudadano, que ella es “distinta” a su padre, que su mensaje no representa lo mismo que el de su progenitor encarcelado, y que su “gobierno” sería algo así como “eficiente” y “honrado”. 

Los hechos, verdaderas expresiones de la realidad, se han convertido en pruebas irrebatibles de lo que constituye una descomunal mentira. No sólo que la hija del tirano lo es tanto como él mismo; sino que, además, existe corresponsabilidad entre ambos en la comisión de diversos delitos y en el  usufructuo de bienes y recursos ilegalmente dispuestos en lo que bien podría llamarse “la década infame”, el gobierno de su padre.

Baste mirar el escenario político actual para tener clara noción de ello. Y pensar un poco para ver confirmada esa idea. La Bancada parlamentaria de los Fujimori no han hecho sino defender y preservar los intereses que mal ganaron en los últimos años del siglo pasado.

Y Keiko,  no ha logrado ocultar que su programa de gobierno, se reduce apenas a cinco puntos: liberar a su padre, dejar salir de las cárceles y permitir el retorno al país de los condenados y procesados por numerosos latrocinios ejecutados bajo la gestión fujimorista, rescatar todo aquello que les fuera arrebatado por la ley y los tribunales de justicia, estabilizar el imperio de la mafia y asegurar la continuidad de la misma promoviendo para el 2021 la elección de Kenyi Fujimori en la Jefatura del Estado. En otras palabras, la Mafia en toda la extensión de la palabra.

No se puede negar que para todos sus efectos, los Fujimori desarrollaron una estrategia astuta y certera. Ella, los llevó a acercarse crecientemente al cogollo alanista del APRA hasta virtualmente mimetizarse con él; a atenuar sus contradicciones secundarias con el Partido Popular Cristiano y su núcleo dirigente; a dividir a la bancada nacionalista ganando para sus filas a los más precarios e inconsistentes;  y a engañar y someter a otros que fueron sus críticos en el pasado pero que hoy se rindieron ante la evidencia de su poder.

Ante diversos problemas del debate políticos nacional, los fujimoristas de hoy han actuado con el mismo descaro con el que aplicaron su gestión en el pasado. Hablaron, por ejemplo, del “respeto” a a mujer y “condenaron” la violencia contra ella, cuando guardaron silencio y permitieron que la madre de Keiko –Susana- fuera sometida a crueles torturas en las ergástulas del Servicio de Inteligencia Nacional,  por órdenes expresa del propio Alberto Fujimori; y callaron también cuando alrededor de 250 mil mujeres fueron esterilizadas contra su voluntad en una salvaje política de “control de la natalidad” en perjuicio de poblaciones originarias.

Llamaron a escándalo cuando los recientes ascensos en la institución castrense permitieron el acceso a altas jerarquías militares de integrantes de la promoción del Comandante Ollante Humala –hoy Presidente de la República- y arguyeron que esa era una manera de “manipular” a las FFAA; pero hicieron oídos sordos cuando se les recordó que fueron ellos los que arrasaron con esa normas cuando perpetuaron en la conducción militar al general Nicolás Hermoza Rios, cómplice de todos sus latrocinios.

Denunciaron “presiones políticas” contra los congresistas cuando Nadine Heredia buscó defenderse ante la ola de acusaciones y juicios que se le incoaran, recurriendo para ese efecto al apoyo de otros parlamentarios y funcionarios públicos; y callaron en todos los idiomas cuando se evocó el hecho que fue precisamente Hermoza Ríos el que sacó los tanques a la calle –y más precisamente a la Plaza Bolívar- para responder a los congresistas que lo citaron a fin que respondiera por la desaparición y muerte de los 9 estudiantes y un profesor de La Cantuta, siniestro hecho  ocurrido el 18 de julio de 1992

Sally Bowen, una acuciosa periodista británica que viviera en el Perú en aquellos años recuerda en su reciente libro “Periodista al fin y al cabo” que el embajador de los Estados de Norteamericana le recordó entonces que visitaba casi todos los días al Presidente Fujimori para “intercambiar con él” impresiones políticas, sin que a nadie le llamara la atención el hecho.

¿Qué habría ocurrido y cómo hubiera reaccionado la “prensa grande” si se informara que el Presidente Ollanta Humala sostiene reuniones cotidianas con el embajador de Venezxuela en el Perú, por ejemplo?

Mayor dependencia y sometimiento a los dictados del Imperio fueron aquellos que posibilitaron la imposición del “modelo” neo liberal, originalmente alentado por Milton Freedman y sus “chicago boys”. Probablemente porque tienen plena conciencia de ello, los fujimoristas de hoy se aferran con uñas y dientes a la Constitución del 93, que consagró esa política económica y busca perpetuarla en desmedro de los intereses del país y de los peruanos.

Todo esto es rigurosamente cierto. Y es lo que nos llama urgentemente a sumar fuerzas y a unirnos a fin de cerrar el paso a la Mafia y a sus allegados



[1] (*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe

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