lunes, 16 de noviembre de 2015



Verónika Mendoza y los medios de comunicación

Verónika no es querida en los medios, porque además de representar la decencia en la política, propone construir con todos los peruanos y peruanas un país nuevo, donde reine la justicia, la honestidad, se respeten los derechos humanos y las riquezas sean distribuidas con equidad.



Hoy nadie tiene duda de que la presencia de Verónika Mendoza como candidata del Frente Amplio a la presidencia del Perú, ha venido a darle decencia a la política y esperanza a los electores (las encuestas no miden la dignidad).  

Desde hace varios lustros, los candidatos a la presidencia son los mismos de siempre (los Fujimori, los García, los Toledo, los Kuczynski), todos vinculados a una historia sombría: violando derechos humanos, robando, indultando a narcotraficantes, institucionalizando la corrupción y rematando las riquezas nacionales a intereses extranjeros.

 ¿Por qué los peruanos hemos descendido tan bajo, creyendo que no nos queda más alternativa que escoger entre el cáncer, el sida, la droga, el ladrón, el narcotraficante o el corrupto? ¿Por qué tenemos que resignarnos a aceptar que el presidente para el 2016 tiene que ser uno de ellos?

En el Perú -al igual que en otros países-, los grandes medios de comunicación asumen un protagonismo sin límites, más aún cuando se trata de campañas electorales; todo esto con el propósito de colocar en Palacio de Gobierno a cualquiera de ellos. 

Esos medios son la expresión visible de los intereses de las grandes empresas nacionales y transnacionales; son los defensores de este modelo económico injusto, administrado por un Estado corrupto e impune. En ese afán ellos publicitan y apoyan a cualquiera de ellos para que nada cambie en el Perú.

En el banquete de los mismos de siempre, no tiene cabida Verónika Mendoza. No tiene lugar, porque no pertenece a esa clase política, porque no es defensora de este sistema y porque tiene las manos limpias; Verónika es éticamente intachable. 

Los medios sólo prefieren en sus programas a lo viejo conocido: al corrupto, al ladrón, al amigo de narcotraficantes o a los familiarizados con violaciones de derechos humanos. Quieren que cualquiera de ellos sea presidente del Perú, para que las cosas sigan igual como desde hace cuarenta años.

Verónika no es querida en los medios, porque además de representar la decencia en la política, propone construir con todos los peruanos y peruanas un país nuevo, donde reine la justicia, la honestidad, se respeten los derechos humanos y las riquezas sean distribuidas con equidad.

Es patético ver a los profesionales de la comunicación cómo se regodean con los candidatos del sistema. Alguien dijo alguna vez que el mejor termómetro para medir la cultura política de una sociedad son sus medios de comunicación. Eso explica la resignación de la gente en las encuestas pagadas. 

En cambio la relación de Verónika con los medios es distinta; en un principio quisieron invisibilizarla. Son conscientes que su presencia y su propuesta son una amenaza para el sistema. Al no lograrlo, ahora la invitan a espacios reducidos, pero no la entrevistan sino la interrogan; no le preguntan sino la acusan; no la escuchan sino la interrumpen. Y nunca les falta a esos periodistas -preocupados por la situación del Perú-, la pregunta “más” importante, aquella que repiten desde hace varias elecciones y que no tiene ningún sentido: ¿está usted de acuerdo con el gobierno de Venezuela? 

Por favor no sean ridículos, pregúntele por sus propuestas, ¿o será que les da miedo que Verónika desenmascare  esa podredumbre del sistema que ustedes representan?

Los editores

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