Verónika
Mendoza y los medios de comunicación
Verónika no es querida en los medios,
porque además de representar la decencia en la política, propone construir con
todos los peruanos y peruanas un país nuevo, donde reine la justicia, la
honestidad, se respeten los derechos humanos y las riquezas sean distribuidas
con equidad.
Hoy nadie tiene duda de que la presencia
de Verónika Mendoza como candidata del Frente Amplio a la presidencia del Perú,
ha venido a darle decencia a la política y esperanza a los electores (las
encuestas no miden la dignidad).
Desde hace varios lustros, los
candidatos a la presidencia son los mismos de siempre (los Fujimori, los García,
los Toledo, los Kuczynski), todos vinculados a una historia sombría: violando
derechos humanos, robando, indultando a narcotraficantes, institucionalizando
la corrupción y rematando las riquezas nacionales a intereses extranjeros.
¿Por qué los peruanos hemos
descendido tan bajo, creyendo que no nos queda más alternativa que escoger
entre el cáncer, el sida, la droga, el ladrón, el narcotraficante o el corrupto?
¿Por qué tenemos que resignarnos a aceptar que el presidente para el 2016 tiene
que ser uno de ellos?
En el Perú -al igual que en otros
países-, los grandes medios de comunicación asumen un protagonismo sin límites,
más aún cuando se trata de campañas electorales; todo esto con el propósito de
colocar en Palacio de Gobierno a cualquiera de ellos.
Esos medios son la expresión
visible de los intereses de las grandes empresas nacionales y transnacionales;
son los defensores de este modelo económico injusto, administrado por un Estado
corrupto e impune. En ese afán ellos publicitan y apoyan a cualquiera de ellos para
que nada cambie en el Perú.
En el banquete de los mismos de
siempre, no tiene cabida Verónika Mendoza. No tiene lugar, porque no pertenece
a esa clase política, porque no es defensora de este sistema y porque tiene las
manos limpias; Verónika es éticamente intachable.
Los medios sólo prefieren en sus
programas a lo viejo conocido: al corrupto, al ladrón, al amigo de
narcotraficantes o a los familiarizados con violaciones de derechos humanos.
Quieren que cualquiera de ellos sea presidente del Perú, para que las cosas
sigan igual como desde hace cuarenta años.
Verónika no es querida en los medios,
porque además de representar la decencia en la política, propone construir con
todos los peruanos y peruanas un país nuevo, donde reine la justicia, la
honestidad, se respeten los derechos humanos y las riquezas sean distribuidas
con equidad.
Es patético ver a los profesionales
de la comunicación cómo se regodean con los candidatos del sistema. Alguien
dijo alguna vez que el mejor termómetro para medir la cultura política de una sociedad
son sus medios de comunicación. Eso explica la resignación de la gente en las
encuestas pagadas.
En cambio la relación de Verónika
con los medios es distinta; en un principio quisieron invisibilizarla. Son
conscientes que su presencia y su propuesta son una amenaza para el sistema. Al
no lograrlo, ahora la invitan a espacios reducidos, pero no la entrevistan sino
la interrogan; no le preguntan sino la acusan; no la escuchan sino la
interrumpen. Y nunca les falta a esos periodistas -preocupados por la situación
del Perú-, la pregunta “más” importante, aquella que repiten desde hace varias
elecciones y que no tiene ningún sentido: ¿está usted de acuerdo con el
gobierno de Venezuela?
Por favor no sean ridículos, pregúntele
por sus propuestas, ¿o será que les da miedo que Verónika desenmascare esa podredumbre del sistema que ustedes representan?
Los editores
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