sábado, 26 de diciembre de 2015



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La República, 25/12/15
Gabriela Wiener

Susana, pasados ya unos días desde que anunciaste tu decisión de ir en la plancha presidencial de… Daniel Urresti —cuesta escribir tu nombre junto a ese— tendrás claro que muchos de los que confiábamos en tí —cuesta todavía más escribir esto en pasado— hemos pasado de la incredulidad a la congoja: que quienes en su momento nos alineamos con lo que representabas —una serie de valores progresistas mucho más
importantes que las ambiciones personales, la inteligencia para saber diferenciar entre lo que es probo y honesto y lo que es cuestionable y corrupto, y un mínimo sentido de la coherencia— tengamos ahora que tragarnos un sapo como este, es francamente triste.

Pero eso, desde luego, es lo menos importante. Lo más importante y lo que realmente duele, es este nuevo golpe a la izquierda peruana. Una izquierda que en el imaginario de la gran mayoría de votantes ya es poco fiable, irresponsable, oportunista, y que ahora tiene que asumir este inexplicable giro que solo sirve para que aquellos a quienes intentamos combatir se froten las manos. Dices que vas con Urresti para luchar contra la corrupción fujimontesinista. ¿Nos hemos olvidado acaso de que hay muchas formas de corrupción además de la coima o el cohecho? La traición a los propios ideales, por ejemplo. El tolerar, disfrazándolos de “estilo personal”, el machismo, la prepotencia, la violencia —verbal y de la otra—; el respaldar a procesados por asesinato y violación en nombre de una “presunción de inocencia” que en este caso queda reducida a ejercicio retórico.

Querida Susana, no te voy a pedir que reflexiones porque seguramente esto ya los has pensado lo suficiente, pero sí te pediría que tengas la entereza para deshacer este entuerto y darte a ti misma una salida digna del escenario político actual. Es lo que toca. Y a los demás la tristeza.

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