miércoles, 9 de diciembre de 2015





Verónika Méndoza y el amor. En torno a la Anamolía Salvaje
Por Antonieta Ocampo Delahaza[1]


Mendoza, en los contextos en los que se refiere al amor en política, parece referirse a ese amor que se subleva contra las injusticias, como aquellas que han sido impuestas contra pueblos enteros de manera brutal...




La candidata a la presidencia de la República del Frente Amplio, Verónika Mendoza, a lo largo de sus intervenciones en diversas entrevistas y en los discursos para presentar su programa de gobierno, ha venido insistiendo en el hecho de que ella concibe la política bajo el imperativo del amor; afirmación que le ha costado el vituperio de la prensa, y la burla de otros candidatos y de los seguidores de aquéllos, pues, según afirmaban algunos periodistas,  hablar del amor en el contexto de una campaña denotaba la debilidad de la candidata. Y, claro, en un medio en el que participar de las elecciones y actuar políticamente se ha convertido en una batalla despiadada - particularmente de la prensa que actúa con los candidatos que no representan los intereses de los propietarios de los medios, tal cual que si de los peores enemigos se tratara-, referirse como lo hace Mendoza al amor en la política, podría parecer muy ingenuo.

Nada de eso. Y es que la prensa y los candidatos que utilizan las afirmaciones de Mendoza respecto al imperativo del amor en la política, para denostarla, probablemente no comprenden que el amor en política tiene una connotación distinta a la del amor exclusivamente emocional. El amor en política es el de la generosidad y de la solidaridad. Amor mundi, para Hannah Arendt. Amor intelectual (del prójimo) para Spinoza. Mendoza, en los contextos en los que se refiere al amor en política, parece referirse a ese amor que se subleva contra las injusticias, como aquellas que han sido impuestas contra pueblos enteros de manera brutal con motivo de la explotación de la minería, actividad que la candidata considera legítima a condición de la consulta previa; o cuando en su lucha congresal en solitario, contra la contaminación de las aguas y del medio ambiente, clamaba por la intervención del Estado, para que éste exija el cumplimiento de las normas ambientales: eso es el amor en política, la generosidad amorosa y activa, inteligente, que incumbe a la vida buena. Amor en política es además  “la alegría y la felicidad en la lucidez”!

No se trata, pues, del amor pasional que los periodistas identifican con la debilidad que se atribuye a Mendoza, se trata del más poderoso de los sentimientos aplicados a la praxis. A Spinoza, cuya filosofía política se halla construida en torno al amor, se le ha llamado la anamolía salvaje, no sólo porque preconizaba una democracia radical en un contexto adverso a su doctrina, sino ante todo por haber reparado en que la libertad y la igualdad no podrían materializarse jamás si lo político y social no era construido en base al amor. De ahí que, parafraseando a Negri, podamos decir que si a los periodistas y a los políticos en el Perú “ …no les gusta la palabra amor, nosotros –dice Negri- los que hemos releído a Spinoza osamos sin falso pudor, hablar de amor como la pasión más fuerte que crea la existencia común y destruye las fantasmagorías del mundo del poder”.

A la libido dominandi, tan extendida en nuestro país debido a su larguísima tradición autoritaria, que utiliza como recursos, en principio la demagogia como falsa promesa, para luego acudir al chantaje, la opresión y finalmente infundir el miedo para el logro de la sumisión como práctica política;  Verónika Mendoza,   le opone, de manera sencilla y clara la apuesta por la vida, y el amor en política. Quizás sean estas las razones por las que no se la invitó al CADE: se teme que pueda adecentar la política o que toque intereses que se consideran intocables; y quizá también por las mismas razones en las encuestas, cuando se llega a su candidatura sólo aparezcan porcentajes por determinada región y no por el total a nivel nacional como en el caso de los demás candidatos.

Frente a lo anterior, harían bien la prensa y los empresarios, pues contribuirían a fomentar la consolidación de nuestra incipiente democracia, en permitir a la candidata expresar libremente sus convicciones políticas y sus propuestas; y, harían bien las encuestadoras en sincerar la información que manejan, sin forzar el resultado de la contienda electoral por anticipado.

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