¡Portento!
No lee pero plagia
Por Diario UNO
el enero 28, 2016
Ventura García Calderón llamó al Perú país de la
leyenda y el prodigio. César Acuña acaba de confirmarlo: aunque no lee libros,
es capaz de usarlos y hasta plagiarlos.
Se ha comprobado que, para obtener el grado de doctor
en la Universidad Complutense de España, presentó una tesis que contiene
párrafos de autores ajenos, a los que no se menciona. Asegura Acuña que su
tesis fue aprobada con mención sobresaliente. ¿Jurado complaciente?
Lo cierto es que la Complutense ha iniciado una
investigación, que puede llevar a la anulación de su doctorado, y a derrumbar
su candidatura.
El fundador del partido Alianza para el Progreso
tiene una demostrada vocación de plagio. El nombre de su organización copia el
título de la Alianza que John Kennedy, presidente de los Estados Unidos, ideó
para contrarrestar la influencia de la Revolución Cubana en América Latina.
Acuña sostiene que sí menciona las fuentes
bibliográficas que nutren su obra. Pero no las menciona al aprovecharlas, sino,
él mismo explica, al final, en lo que equivaldría a una enumeración astuta y
tardía.
Creo entender el método plagiario de Acuña.
Consiste, supongo, en acudir a Internet. La idea no es nueva. Hace 15 años, el
doctor Jorge Rendón organizó un foro internacional sobre derecho laboral, en
homenaje al 450 aniversario de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Entre los invitados estuvo el eminente profesor uruguayo Hugo Barreto Ghione.
En una charla preludial narró la plaga de plagios por Internet que empezaba en
el mundo, y que consiste no en estudiar o leer, sino bajar texto.
Contó el caso de un joven estudiante de la
Universidad Nacional de Montevideo, que sorprendió porque, habiendo sido alumno
mediocre, presentó una tesis brillante y original. Iba a ser calificado con
nota sobresaliente hasta que el doctor Barreto halló en el texto un neologismo
técnico acuñado por un autor italiano. Esa sola palabra llevó a descubrir que
toda la tesis era un plagio.
En San Marcos ocurrió, hace pocos años un episodio
parecido. Un profesor de otra universidad había seguido un curso de doctorado
en la decana. Para doctorarse presentó una tesis notable. Estaba a punto de ser
aprobado, cuando un catedrático sanmarquino exclamó:
-¡Un momento! Esa tesis es plagio, de principio a
fin, de un libro de un filósofo mexicano.
Para demostrarlo mostró el libro del maestro
azteca.
El doctorante, que había invitado a familiares y
alumnos para que presenciaran su consagración, tuvo una salida criolla. “Yo no
he plagiado, sino que mi admiración por este pensador es tan grande que al
escribir he tenido pegado en la memoria su trabajo”.
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