Perú:
la raza política que necesitamos
Claudia Cisneros
Acto 1:
En términos académicos, Acuña ha plagiado. En términos éticos, ha robado. Esa
transición, sin embargo, de la academia a la ética, es un salto que no todos
entienden de igual manera. Esto nos señala que hay una responsabilidad
compartida para dar a conocer y hacer comprender a quienes subestiman el
plagio, de qué se trata y por qué es preocupante que un pretendiente a
presidente no solo robe el conocimiento original de otro y lo haga pasar como
propio sino que además mienta sobre esa mentira, y siga mintiendo a través de
sus representantes políticos.
Acto 2:
Uno de los argumentos más cínicos de los defensores políticos de Acuña es
también muy cierto, y en ello radica parte de su drama político. Es cierto que,
como ha dicho la nueva Martha Chávez del acuñismo, Anel Townsend, que “Alan
García y Keiko Fujimori han hecho cosas peores”. Y está claro que la
corrupción, delitos y denuncias con las que se asocia a García y Keiko Fujimori
son en intensidad, frecuencia, impacto nacional, cósmicamente más
despreciables, graves y vergonzosas. Por kilo de peso muerto, García y Keiko
están por encima de Acuña, pues llevan una larga carrera sostenida en el tiempo
en la que han acumulado acusaciones tanto como maestría en enjuague en el
sistema formal. ¿Cómo? Gracias justamente al poder y redes que han logrado
acumular y con el que seducen o amedrentan a los poderes mediáticos, políticos,
económicos que los siguen protegiendo.
Pero las
mochilas de Keiko y García no hacen menos terrible lo que ahora se descubre de
Acuña: que engaña con alevosía. De Keiko y García no necesitamos más pruebas,
sabemos lo peligrosos que son para el país. De Acuña recién comenzamos a
enterarnos y es momento de detener a quien es capaz de cualquier cosa (y que
tiene el dinero para esa cualquier cosa) con tal de acceder al mayor poder de
un país. Hay que detenerlo antes de que acumule poder en los medios y en los
círculos fácticos. Nos basta y sobra con tener que combatir a los Garcías y
Fujimoris para sumar uno más.
Acto 3:
¿A quién le importa en verdad la ética hoy en día? A muy pocos. Es más, en un
triunfo pírrico de las derechas, hablar de ética hoy es hablar de débiles, es
ser aburrido, un iluso, idiota o incluso piensan aquellos a quienes les parece
la ética un invento de inútiles, hipócrita. El sistema hiper-individualista ha
transmutado el concepto de ética en lo inservible, en obstáculo para los fines
del exitismo personal.
Ética,
sin embargo, aún se expresa como un valor en los discursos formales del
marketing político. Un desfase algo esquizoide si se contrasta con los perfiles
de quienes encarnan ese supuesto mensaje. Vivimos un momento en nuestra
sociedad en que la brecha entre los valores que eran fundamentales para una
convivencia común, solo subsisten como cascarón. Una sociedad en la que la
preeminencia de lo particular, de lo individual, ha colonizado casi todos los
aspectos de nuestras vidas. El individualismo excluyente encarnado de manera
sintomática en el horizonte económico que promueve el éxito personal entendido
como estatus económico. Vista así, la ética – y más en la política- está en
peligro de extinción.
Acto 4:
Anel Towsend marthachavizada, Susana Villarán urrestizada, Lourdes Flores
alanizada, Beatriz Merino acuñizada. Si hay una campaña que revela la
degradación indetenible de la actual forma de hacer política, es esta. Dice
Simon Weil, en un texto citado por el filósofo italiano R. Esposito: “Sobre esta
tierra no hay más fuerza que la fuerza”. Podríamos traducir fuerza por poder y
preguntarnos: Anel, Susana, Lourdes y demás: ¿alguna vez creyeron en los
principios que defendían? ¿O era una forma de asegurar una cuota de contrapoder
versus el poder imperante? ¿Creyeron y dejaron de creer? ¿Sobrevivencia
(anti)política? ¿Sintieron la soledad de la minoría o del partido vuelto
pedazos? ¿Creyeron descubrir la inutilidad de esos principios para sobrevivir
en un sistema cuyos estímulos van en el sentido contrario? ¿Zafaron de esos
principios cuando el siguiente peldaño de poder/fuerza los convertía en
obstáculo para acceder a más poder/fuerza?
Me niego
a aceptar que la política no pueda representar al Bien y sobre todo al Bien
Común. Me niego a aceptar el modo de política que estos personajes en las
encuestas y planchas presidenciales proponen: la representación de sí mismos y
ya no de un cuerpo común-nación. Lo que sí queda claro es que un hombre o mujer
promedio es incapaz de representar y ejercer una ética-política de comunidad
cuánto más colocado en una posición de mayor poder está. Necesitamos reinvertar
la política. Necesitamos, en esto sí, una raza distinta que se encargue de la
política.
La República, 31 enero, 2016
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