El valor de la cultura
Por Diario UNO el febrero 3, 2016
César Lévano
El problema de la cultura
nacional se ha expuesto en estos días, directa o indirectamente, a la luz del
debate político. Por ejemplo, en relación con el plagio en la tesis doctoral de
César Acuña se ha llegado a plantear que eso no preocupa al pueblo, que fijarse
en eso es una exquisitez de académicos.
Esta es, como ha escrito Gustavo
Faverón Patriau, una idea llena de desprecio al sector de abajo, al cual no le
importaría la moral intelectual.
No se trata de saber si, en
efecto, hay esa indiferencia ética en las capas profundas de la sociedad, sino
qué hacer frente a ella, en caso de
que existiere. La experiencia indica que a
la gente sí le importa la conducta moral de los personajes públicos. Si Alan
García se ha ganado el desdén de los ciudadanos se debe en gran parte a la
farsa de sus títulos académicos.
Lo que se debate en el fondo es
un problema de cultura. Y en esto, no basta resignarse a lo que hay, sino
luchar por ampliar el campo de la honradez pública, por la decencia, por la
moral.
Hace veinte años leí en una
publicación de Alemania Occidental el discurso del Rector de una de las
principales universidades de ese país. Decía él que un alumno de administración
de empresas que para doctorarse presentara una tesis sobre la poesía de Rainer
María Rilke sería digno de una alta calificación ¿Por qué? Porque ese joven
habría desarrollado un mejor conocimiento del ser humano, de su papel en la
sociedad.
La cultura no solo importa a los
académicos. En la historia social del Perú brilla el caso de las comunidades
campesinas y de los pueblos jóvenes que lo primero que exigen e instalan son
las escuelas. En la lucha por la justicia, la conciencia de clase se forjó
–manes de Manuel González Prada– en el crisol de la cultura.
Suponer que a los pobres no les importa
que un rector no lea libros pero sí los plagie es un exceso de imaginación.
Viendo los currículos de casi todos los candidatos presidenciales –incluidos
Keiko Fujimori y Julio Guzmán, exalumnos de universidades estadounidenses–,
llegamos a la conclusión de que no les interesa la cultura.
La excepción hasta ahora es
Verónika Mendoza, quien indica que en caso de llegar a Palacio, creará la
Universidad Peruana de las Artes, con acento intercultural. Cusco es un ejemplo
de que la cultura, la maravilla de las creaciones culturales, puede ser un buen
negocio.
La propuesta de la candidata del
Frente Amplio, cusqueña de nacimiento y educación, y conocedora del valor que
tiene la cultura en la economía y el prestigio de Francia, es acertada y
viable. Sería bueno que los otros candidatos, dando una demostración de
cultura, se pronuncien al respecto.
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