miércoles, 18 de noviembre de 2015



Perú: Mitos Antidemocráticos

EL DESARROLLO


Todas las alternativas políticas para el periodo del 2016-2021 son más de lo mismo. Después de ver gobernar al actual mandatario codirigido por la primera dama, los lobbies del Norte y corporaciones financieras, cualquiera se siente en capacidad de manejar el Perú cual “play station”. Existe una esperanza que aun no ha tenido su oportunidad, la de una economía social de mercado, planteamiento en donde se recuperen o construyan valores, en donde el ser humano y la naturaleza en su conjunto retomen su prioridad sobre todo principio de desarrollo y crecimiento.


La historia política del Perú -y no solo desde la experiencia peruana- construida sobre la base de mitos y leyendas, ha sido siempre orientada a favor de particulares interés de grupos de poder. Esta suerte de desarrollo sistemático de historias ficticias es consolidada como verdaderos instrumentos políticos que legitiman el orden establecido en el gran marco de los intereses del Establishment. [1] Estos grupos de poder han sido especialistas en construcciones de prejuicios de clase socio-política que han sido difundidas como verdades absolutas, leyes cuasi biogenéticas, fuera de las cuales todo lo demás es mentira o producto de vulgares imaginaciones. Como por ejemplo, el mito del desarrollo basado en la inversión privada; el mito de la vejez como signo de experiencia; del progreso basado en la extracción de minerales y recursos energéticos; de la subordinación femenina; del capitalismo popular de libre mercado como sistema ideal o del socialismo como sistema caduco. En esta oportunidad abordaré el tema del desarrollo económico como prejuicio de la modernidad.


Seguramente que esta perspectiva de “evolución” -de supuesto desarrollo-, marca los márgenes de diferencia entre un mundo “no evolucionado”, “subdesarrollado” y otro “prospero”, “democrático”, “libre”, “moderno”. Esto no es novedad, forma parte de una vasta investigación en el marco de la teoría de la dependencia, como la desarrollada por Theotonio Dos Santos. Esta perspectiva prejuiciada del desarrollo, coloca los parámetros de un estado de modernidad de base pragmáticamente económica sobre una teoría del “subdesarrollo-primitivo-incivilizado” de las culturas o pueblos originarios. 

Por mencionar a uno de los defensores de este mito, en su último artículo Mario Vargas Llosa señaló en alusión a la iconografía del pintor Eduardo de Szyszlo: “Todo en ellos evoca los viejos mitos, las religiones extinguidas de los antiguos peruanos, pero, también, las pesadillas,  súcubos y íncubos con que los surrealistas trataron de capturar los sueños, resucitar la magia y los hechizos primitivos e instalarlos en el mundo moderno”.[2] La perspectiva de la modernidad del nobel, ensayado desde un desayuno neoyorquino, seguro sabe mucho más agradable que una reflexión realizada en cualquier barrio maloliente de Lima o cocina a leñas del desfigurado Perú de los Andes y la Selva escondida. 

Este mundo moderno -del desarrollo de inversión privada- ha privilegiado los grupos de poder bajo el sueño del desarrollo basado en migajas a las comunidades originarias. Un mundo moderno que cambió la magia del trabajo comunitario por la inversión corporativa, la prioridad de los intereses de la naturaleza por los intereses matemáticos de la bolsa de valores e intereses financieros, acentuando las agudas desigualdades entre los ejes, político-económicos de poder dominante y las periferias excluidas del poder dependiente. En palabras de Theotonio Dos Santos: “La expansión del capitalismo no produce, en consecuencia de su carácter contradictorio, una economía internacional equilibrada e igualitaria, sino la oposición entre un capitalismo dominante y un capitalismo dependiente, limitado este en su capacidad de desarrollo…”.[3]  

En el Perú de economía dependiente, “subdesarrollado”, con un crecimiento basado en exportaciones de minerales y recursos energéticos, se evalúa su desarrollo en base a porcentuales de crecimiento anual y niveles de inversión extranjera; fuera de esto no existe posibilidad de crecimiento para los gurús de la economía dominante. 

Necesitamos revertir esta teoría caduca e inhuma en todas sus expresiones y para esto debemos tener claro las prioridades de la población enfocando a los sectores históricamente excluidos del poder económico. La dictadura del mercado global de libre competencia -en donde los primeros y últimos beneficiados son los grandes sectores corporativos-, se encubre en una seudo democracia en donde la libertad emblema, es la del libre consumo y no la del desarrollo integral del ser humano y su entorno, de forma autónomamente soberana, basadas en codependencias que respeten sus complejas arquitecturas idiosincráticas. 

Urge desenraizar desde los tuétanos culturales el prejuicio del desarrollo basado únicamente en lógicas financieras como los créditos, prestamos, inversiones o exportaciones. Evidentemente la lógica económica es base fundamental del desarrollo y el comportamiento de los seres humano, pero allí no termina. La inversión de valores en donde el ser humano y su entorno han sido desplazados por la acumulación de capital y el poder concentrado en pocas manos, ha colocado al planeta al borde de su completa destrucción. El piloto automático orientado hacia esferas económicas cada vez más dogmáticas e inicuas ha colocado al Perú patas arriba. La desesperación de un “desorden institucional”, una crisis de Estado y desborde popular, han permitido como señala el viejo dicho, “a rio revuelto, ganancia de pescadores”, abrir las puertas al saqueo y a la depredación de lo poco que queda. 

Todas las alternativas políticas para el periodo del 2016-2021 son más de lo mismo. Después de ver gobernar al actual mandatario codirigido por la primera dama, los lobbies del Norte y corporaciones financieras, cualquiera se siente en capacidad de manejar el Perú cual “play station”. Existe una esperanza que aun no ha tenido su oportunidad, la de una economía social de mercado, planteamiento en donde se recuperen o construyan valores, en donde el ser humano y la naturaleza en su conjunto retomen su prioridad sobre todo principio de desarrollo y crecimiento.  

Hay mucho aún por andar, y como dijo Antonio Machado, “Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar”. 

Editor Uno



[1] Por «establishment», no solo quiero definir los centros oficiales de poder —aunque ciertamente son parte de ello-, sino a toda la matriz de relaciones oficiales y sociales dentro de la cual se ejerce el poder. Fairlie, Henry, «Political Commentary», The Spectator (23 de septiembre de 1955)
[3] Theotonio Dos Santos. Imperialismo y Dependencia. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 2011, p.20.


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